En el Jardín de intenciones que se bifurcan
En la presentación de las obras más recientes de Cristina Fresca el espectador no se encuentra frente a una propuesta puramente visual. Tampoco se ofrece una invitación a la reflexión excesiva; más bien se conjugan un conjunto de elementos, parámetros introspectivos y estéticos que invitan a involucrarse. Se trata más de una convocatoria a una experiencia participativa que la invitación a un acto de contemplación.
La artista buscó entender este momento particular en el que nos encontramos inmersos los argentinos, una suerte de polarización de los acontecimientos actuales, variables sociales y políticas que han resultado en enfrentamiento y división basados principalmente en la intolerancia, en la no aceptación de las ideas del otro. Esta realidad -en la artista- se ha tornado en creciente preocupación y su producción más actual da cuenta de ello de una forma tal vez un poco inasible, un jardín que no es tal, una ficción.
Eligió para evidenciarlo principalmente dos imágenes iconográficamente representativas de un todo en la ciudad de Buenos Aires: la Plaza de Mayo, con su carga histórica, y el Congreso, como lugar de intercambio de ideas y representación ciudadana. Estas imágenes se erigen como centro de observación y evidencia.
Por otra parte, pensó en representar las individualidades, uno y cada uno de nosotros, multitudes con realidades e intereses comunes, y no tanto. Flores, iguales y diferentes, muy disímiles y de la misma especie y también espinas porque reflejan que el entendimiento no es lineal.
No se limitó para ello, a elegir un conjunto de flores, sino que eligió un modo participativo, un modo amable y colectivo como sería el ideal de una construcción social. Ellas nos representan, cada una de ellas un individuo, una forma de ver y pensar. A lo largo del proceso, Fresca fue invitando a participar a colegas, curadores, amigos y colaboradores a que le enviaran una flor; alguna con la que se sintieran representados. El emplazamiento y la visión multicolor y multifloral vuelve tangible la red de relaciones e intercambios; sus innumerables corresponsales epistolares internacionales ocupan un espacio, real y virtual, en la construcción colectiva.
La conclusión es una suma de paradojas. Fresca elije juntar las imágenes florales que le han ido llegando una a una, armando un entramado de individualidades que forman un armónico todo. Flores, cabezas de alfileres y espinas cubren las plantas arquitectónicas de estos lugares históricos y tan significativos a nuestra memoria.
Tomando en cuenta que los disparadores han sido las circunstancias de un país con un presente de desequilibrio social y con un clima de conflicto latente, el desplazamiento hacia esa construcción idealizada, la serena belleza de las imágenes resultantes se tornan una forma irracional de presencia, como si fueran, no sólo imágenes, sino testimonio de una posible realidad a alcanzar.
Es claro que la artista utiliza la fotografía como un recurso de indagación, comprensión y transformación para su expresión poética y artística. Dedica un espacio de reflexión a la problemática social que indica, pero logra hacerlo de una manera lateral que no excluye lo lúdico . Al favorecer el espíritu por sobre el documento y a trascender así las formas para llegar a su sentido, da entidad a lo que personalmente lograba leer entre líneas: las circunstancias y las imágenes con las que convive y que marcaron tanto el camino como los conceptos a trabajar; lo que le permitió evidenciar, de una manera muy poética, la voz que le ofrece el momento presente.
Una de las obras es un rompecabezas cuyas piezas los espectadores pueden retirar. En su lugar dejará su firma como testimonio de su intervención, de modo que luego quedará un registro documental. Como construcción artística, esa red dinámica de relaciones e intercambios refiere a las múltiples vías –individuales, sociales, políticas, concretas y abstractas- en que se expresan los complejos problemas actuales. Los procedimientos constructivos de la imagen a partir de recomposiciones y armados minuciosos, el recurso del paisaje, las flores y la naturaleza para representarlo a través de una original trama, evidencian que su interés es que el sentido de lo que se observa esté contenido, pero desconnotado de drama expresivo.
Todo en estas obras se comprenden en la intensificación del contraste, en tanto hay en ellas un complejo entramado en el que se invocan jerarquías rígidas y arbitrarias que se mantienen en el ejercicio de la fuerza y en la negación del otro, pero a la vez proponen también una visión esperanzada. Si cada uno ejercita ser más tolerante, tal vez se pueda desencriptar el laberinto del presente y encontremos al salir un jardín repleto de buenas intenciones. Un juego de diferencias.
Patricia Rizzo, Curadora.