Cristina Fresca (Buenos Aires, Argentina); ha realizado exhibiciones individuales en el Museo Evita,Buenos Aires, Fundación ArteXArte, C.C.Recoleta, Buenos Aires, Palace de Glase, C.C.San Martin. Museo R. Galisteo, Santa Fe, Museo Mumba, Tandil, Museo MUMA Junín, Lopes Claro, Azul, entre otros.Participó en numerosas muestras colectivas y prestigiosas ferias nacionales e internacionales destacándose en Arte Ba, BA Photo, Art Miami (EE.UU.), Pinta New York (E.E.U.U).
Poseen obras suyas, Museo Evita, en CABA, Museo de Arte López Claro en Azul, MUMBAT en Tandil, MUMA en Junín y Museo Prov. de Bellas Artes R. Galisteo de Rodríguez en Santa Fe, todos estos distribuidos en Argentina, y también coleccionistas privados como Aníbal Jozami, Fundación Luz y Alfonso Castillo, MOOLA -Museumf Latin Americanart , Los Ángeles (E.E.U.U) y Bowdoin Collegue Museum of Art, Brunswick (E.E.U.U.).
Ha recibido varias distinciones y ha sido seleccionada para la Residencia Portal de Luz en Uruguay y para la Residencia Castello Di Postignano en Italia.
Egresada de las Escuelas Ernesto de la Carcova y Prilidiano Pueyredón, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
STATEMENT
Nací en Buenos Aires donde vivo actualmente y me desempeño como artista visual. La fotografía es mi herramienta e instrumento de comunicación, que sumé a mi formación como pintora. Busco entregar mi visión particular del mundo que nos rodea, haciendo foco en las pequeñas cosas de la vida, siendo fundamentales para conformar otras de mayor envergadura.
El retrato, la infancia y el juego son los temas centrales en mi producción.
Los primeros proyectos realizados partían de la construcción de objetos con fotos de familia, de los cuales obtenía imágenes a través de la fotografía analógica.
Con la llegada de la tecnología digital, comencé a intervenir las tomas directas, con un hacer pictórico, dejando al descubierto lo necesario para mi objetivo.
Conjugando tres elementos a modo de ejes, la luz, el color y la transparencia, construyo mis imágenes.
El resultado de esta búsqueda determinó la apropiación de nuevos formatos. Partiendo desde la fotografía exploré el objeto visual gráfico y la instalación, soportes que fueron necesarios, como medios irreemplazables para la expresión de mi quehacer artístico, y que conforman ahora mi obra.
La participación del público comenzó a tener un lugar relevante, una parte vital para completar la obra. La propuesta es una reflexión conjunta…
¿Sabemos si el camino recorrido es el correcto? O, más aún, ¿hacia dónde vamos, es hacia donde queremos ir?
Reconstruyendo nuevos espacios a la vez me propongo rescatar la experiencia que en los espectadores habita, mientras desde el interrogante actualizo un deseo. ¿Esta posibilidad de transitar nuevos caminos, y éste permitirnos modificar sus trayectos, constituirá a través de un juego estético el volver a mirarnos en un re-aprendizaje?
Cristina Fresca. Un recorrido por la obra de los últimos 20 años.
En este texto me propongo hacer un racconto de los últimos veinte años de mi producción con sus continuidades y cambios.
La fotografía es la principal herramienta de comunicación, que sumé a la formación recibida como pintora. Busco entregar mi visión particular del mundo haciendo foco en las pequeñas cosas de la vida para, a partir de ellas, conformar otras de mayor envergadura.
La infancia y el juego, la naturaleza como imagen de protección y encuentro, la pasión en tanto motor de vida, el encuentro con uno mismo y con el prójimo y la memoria familiar son los temas centrales de mi producción. La fotografía, la performance, la instalación, el objeto, el site-specific constituyen soportes a los que he recurrido según el proyecto. Y, con el tiempo, la participación del espectador fue tomando un lugar más importante al punto de ser co-autor, en algunos casos, de la obra final. Conjugando a modos de ejes la luz, el color y la transparencia, en tanto elementos plásticos, construyo imágenes que me permiten contar mi sentir.
En el comienzo de estas dos décadas se encuentra la serie Carta. Objeto. Valioso (2000), la cual considero el germen de mi desarrollo posterior en cuanto a los conceptos, materiales y soportes. En ese momento paso también de la pintura a la fotografía analógica, convirtiéndose ésta en mi herramienta de producción.
Estaba preparando la muestra para presentar en el Consulado Argentino en Milano. Me fui unos días de vacaciones y tenía ganas de seguir trabajando. Decidí pedir cartas a italianos que vivían en esa zona, las fotocopié y empecé trabajar con ellas más tintas y anilinas de colores, ubicándome en la orilla del mar. Fue mágico. No podía dejar de sacar fotos, Sentía que estaba pintando y el mar en forma irreverente intervenía lo que armaba regalándome una nueva imagen.
En esa instancia, el juego comenzó a ser parte en mi producción. Disfrutaba la intervención del mar y aprendía a jugar con su fuerza y suavidad al mismo tiempo. Nunca más me separé de la fotografía y de esta dinámica de trabajo.
Lo autobiográfico, la memoria familiar, las migraciones, junto a la carta y su importancia como medio de comunicación, se constituyeron en el centro de la obra. Siendo hija de inmigrantes, este tema atraviesa mi vida.
Fue rescatar del olvido a la carta, que por mucho tiempo sirvió de puente para acortar distancias y unir continentes, albergando sentimientos, historias y promesas que calmaban el dolor provocado por la distancia. La carta, casi en extinción, cobra en estos trabajos nuevos sentidos. Comencé, además, a armar encomiendas como las que esperaba del cartero. Las fotografiaba y sumergía en el mar. Muchas veces las perdía. Pensaba entonces que viajarían a la otra orilla y que alguien las encontraría.
A pesar de que la tecnología permite disminuir las distancias geográficas, dos décadas después realizo una serie en tiempos de pandemia, donde el eje vuelve a estar puesto en las distancias físicas y geográficas. En esta serie, Transformar el presente será posible, la fotografía sigue siendo mi medio de comunicación. Frente al distanciamiento entre las personas impuesto por la coyuntura aparece mi deseo de acercar metros, kilómetros. El objetivo final fue generar una perspectiva de futuro –aparentemente lejano– buscando una ampliación atemporal que resituara el presente.
En la serie Carta. Objeto. Valioso, a diferencia de esta última, busqué hacer presente un pasado. Invité a las personas a que me compartieran sus historias a través de objetos, cartas, pasaportes, en especial, de quienes nunca regresaron a su país de origen. Volvieron simbólicamente en un objeto conformado por las cartas y los pasaportes. En cambio, ahora muestro el presente buscando una perspectiva de futuro para vislumbrar una salida. En ambas series, mi interés fue trabajar con el otro en relación a momentos mundiales muy distintos.
De esta forma, mi producción de los últimos veinte años se mueve y expande entre estas dos series situadas en los extremos del periodo, a lo cual sumo mi reciente instalación en homenaje a Federico García Lorca. Este Altar de Vida –al igual que la obra del gran poeta español– encuentra ecos en el actual y convulsionado momento histórico y supone, a su vez, el deseo de transformación hacia un futuro mejor y vital.
Detrás de la luz y Sin borde ni geografía
En 2002 realicé las series Detrás de la luz y Sin borde ni geografía, donde aparecen núcleos familiares con la estética de otra época. En ambas, y como sucede en Carta.Objeto.Valioso, recurro a la fotografía analógica, lo familiar, la carta, pero convertida en objeto. Cambia el soporte y comienza a tomar importancia el espacio a partir de las cajas de acrílico para dar cuenta de los encierros propios e interiores más allá, incluso, de los condicionamientos de una situación externa. De manera incipiente aparece la idea de laberinto en tanto lugar de encierro. A veces, las situaciones van interactuando y coexisten los encierros interiores y externos. En estas dos series, la transparencia es protagonista y está relacionada con mis inicios artísticos con la acuarela, que me permitió sumergirme en el mundo del arte. La luz diseña un recorrido donde la geografía desaparece y la imagen se insinúa.
Otra vuelta hoy como ayer (2006)
Un carrusel gira una y otra vez sobre sus huellas ante la mirada atenta de una niña. Con su andar, la calesita invita insistentemente a dar otra vuelta, así como la vida alberga el secreto de darnos otra oportunidad si nos comprometemos con ella.
En esta etapa, la fotografía digital cobra protagonismo debido a la necesidad de trabajar a manera de collage, permitiéndome jugar con los personajes de las calesitas cambiándolos de escenografía e incorporando a la niña que viaja de una serie a otra.
Esta historia se dibuja con la luz, el movimiento y la transparencia. A través del juego, los niños aprenden a relacionarse con la vida. Cuando finaliza cada vuelta, ellos corren en busca de los caballos que suben y bajan, de los tanques o aviones de guerra, sin imaginar que en algún momento de sus vidas puedan obligarlos a estar en ellos. El encuentro con las armas busca remitir a la realidad con su carga de crudeza, cortes y pérdidas.
En un momento, los caballos logran desprenderse del grupo e inician un camino liberador desplazándose por el vacío-blanco de un cielo indefinido, abierto como un universo en expansión hacia otras dimensiones. Ellos trazan su derrotero –el techo de la calesita pintado con bandas multicolores va quedando atrás–, se autonomizan y acceden a nuevos cielos, algunos nocturnos y luminosos, tal vez el inicio de una nueva y diferente vuelta.
La instalación de un sortijero invitaba a participar a los visitantes de la muestra. Algunos se atrevían a jugar para ganar su sortija pero la devolvían, cuando la idea era que se la quedaran, En ese momento se generaba esa sensación de magia en quienes se animaban a participar reeditando el sueño del premio mayor: la obtención de la sortija. Un objeto al alcance del visitante a la manera de nexo entre la historia y el azar.
Solo si nos atrevemos a jugar, la vida nos regalará una nueva oportunidad.
Con posterioridad a la muestra, la ciudad de Buenos Aires comenzó un plan de revitalización de calesitas, poniendo en valor su patrimonio e historia. Una feliz coincidencia.
Sentencia, resistencia (2007)
Esta serie tiene su origen cuando me desempeñaba como docente en la Escuela de Arte Leopoldo Marechal. Desde la cátedra de Proyecto a mi cargo, les propuse a mis alumnos trabajar sobre los 30 años de la última dictadura militar argentina y sus consecuencias.
El resultado superó mis expectativas y decidí estimular su trabajo y compromiso regalándole a cada uno de ellos una foto con su producción. Al observar la foto de una de mis alumnas descubrí en ella una modelo, quien apareció ante mis ojos de fotógrafa con ese potencial artístico. Desde ese momento se convirtió en mi modelo y comenzamos a transitar juntas el camino de las series Sentencia y Resistencia, Dama de noche y Para quien, entre otras.
Realicé seis fotos (fotografía directa/ intervenida) donde esa mujer aparece inmóvil frente a una mesa con tres platos. Esta figura no ofrece resistencia, sino que parece resignada y lo refleja tanto en su postura como en el rostro. Acepta, aparentemente, ese fallo social del rol que debe ocupar la mujer.
La obra que ella (mi alumna) había realizado eran esos platos con elementos que funcionan como símbolos: los genitales masculinos (violencia), las granadas (Guerra de Malvinas) y el Mundial de Fútbol de 1978 (ocultamiento del terror y las desapariciones por parte de la dictadura).
La elección del negro como fondo buscaba otorgar un sentido dramático a la escena a partir de los contrastes de luminosidad.
En las tomas siguientes cambié los objetos simbólicos de cada plato por una flor, la pasionaria, que junto a los cubiertos en sus manos y la fuerza de su rostro colocaron a esta mujer en otro lugar: el de la resistencia. La imagen se fue despojando de a poco de los elementos de la sentencia hasta llegar a la última donde solo hay ausencia.
Esta serie cobra un significado particular en este tiempo de lucha de la mujer por lograr otro protagonismo y visibilidad. Por el lugar que siempre le correspondió pero que aún se le niega, a pesar de los avances.
Las prendas que la mujer deja ante la mesa servida con las pasionarias anuncian el nuevo rol a asumir. La pasión da lugar a esa flor que toma protagonismo y comienza a abrirse para mostrar al mundo todo su potencial. Desde este momento, la flor de la pasionaria aparecerá como comodín en diferentes series simbolizando diversos aspectos de la vida.
Para quien /Dama de noche / Mirar de Nuevo
Estas tres series tienen en común la imagen de una mujer.
El blanco o el rojo invaden la totalidad de la superficie y diluyen las imágenes generando estructuras plásticas homogéneas que, sin embargo, permiten destacar lo singular en un juego
entre lo inmenso y lo pequeño, lo visible y lo invisible, lo concreto y lo etéreo. Estos colores, a su vez, pueden asimilarse al mundo de las pasiones. El fundido de la figura con el fondo, en ciertas zonas, crea una escena de misterio.
Con la llegada de la tecnología digital comencé a intervenir las tomas directas, con un hacer pictórico, dejando al descubierto lo necesario para mi objetivo.
La serie Para quien está conformada por una secuencia de fotos analógicas intervenidas con color. Son retratos que invitan a encontrarnos frente a esa capacidad de entrega esencial en el transcurrir de la vida. Donde la ofrenda lleva a no dejar de ver al otro.
El rojo, otra vez. inunda la imagen y convierte la obra en un intenso campo de color que conduce a la figura al límite de lo visual. Tiempo y espacio permanecen suspendidos. El personaje se acerca, demanda, se ofrece, se da a sí misma, nos antepone un velo, se distancia y vuelve a comenzar.
En tanto, Mirar de nuevo surge frente a la necesidad e importancia de detenerse y mirar hacia el interior de nuestras vidas para reanudar el camino, renacer.
Se suma en este caso una nueva inquietud a mi obra, la de seleccionar escenarios abandonados a partir de algunas preguntas: ¿qué me atrae de ellos? ¿por qué me invitan a transformarlos, a mostrar lo posible frente al abandono? ¿a transmitir el deseo de que se puede reconstruir lo perdido?.
El personaje soy yo en el ex cementerio de San Andrés de Giles. La belleza arquitectónica del lugar resultó el escenario para desarrollar el trabajo.
El abandono y los saqueos que sufrió este espacio me impulsó a buscar una forma de reparar su belleza. La naturaleza también hizo lo suyo frente a la realidad.
Las estructuras arquitectónicas, en algunos casos, se asemejan a antiguas construcciones romanas que me transportaron a mis orígenes..
Esta serie me abrió las puertas a ser parte de la residencia en el Castello Di Postignano, en Italia, habiendo sido seleccionada para representar a la Argentina. Mi profesión a lo largo de la vida me permitió conocer muchos lugares soñados.
La flor de la pasionaria aparece como ofrenda en esos altares abandonados, donde el color de las paredes resistía el paso del tiempo.
La mujer mira a través de una caja de acrílico que contiene una flor, protegiéndola del mundo exterior, así como las niñas miraban detrás de una calesita de juguete. Nuevamente ese doble juego entre la mirada y la protección.
En 2016, un grupo de investigadores integrado por arqueólogos, historiadores y biólogos junto a la comunidad comenzaron la tarea de recuperar parte del patrimonio de San Andrés de Giles.
Lo que miran tus ojos
La infancia, la pureza el juego y la mirada son nuevamente el centro de esta serie al igual que en Otra vuelta hoy como ayer.
El blanco es el color dominante ofreciendo una luminosidad y transparencia que avanzan sobre los contornos de las niñas como símbolo también de inocencia.
La luz es un aliado pictórico para crear definiciones e indefiniciones provocando tensiones entre lo visible y lo no visible.
Extensos y claros campos de color compuestos por diminutas piezas como metáforas de la grandeza en las pequeñas cosas. La niña que abraza a una muñeca, al punto de perderse en ese abrazo. Frente a mi mirada actual, encuentro nuevamente la importancia que tiene para todos el abrazo, habiendo sido la ausencia que nos marco en esta pandemia.
Una niña rodeada de luz observa al espectador mientras juega dejando abierta una nueva posibilidad.
En el jardín de las diferencias
Para esta obra elegí dos plantas arquitectónicas iconográficamente significativas: la de la Plaza de Mayo, con su carga histórica, y la del Congreso de la Nación, lugar de intercambio de ideas y emblema de la representación ciudadana.
La producción fue realizada con imágenes de flores, que me llegaron a partir de una convocatoria que hice. Invité a participar a colegas, curadores, amigos y colaboradores pidiéndoles el envío de la imagen de una flor con la que se sintieran representados. Podrían ser fotos, dibujos, pinturas, collages, entre otros soportes y técnicas. Flores tan diversas como iguales en importancia, en el lugar de un individuo con su forma particular de ver y pensar. Realicé un paciente trabajo de ubicación de las mismas por color, tamaño y forma, con el fin de lograr una composición armónica, donde el espectador se encontrará ante una unidad de elementos diferentes en convivencia. La visión multicolor y multifloral volvía tangible la red de relaciones e intercambios que se produjo entre cada imagen recibida y el resultado plasmado en el conjunto.
La elección del rompecabezas como forma tuvo el propósito de que el espectador fuese nuevamente partícipe de mi obra, a través de una propuesta lúdica, primero con el envío de la flor y luego armando el trabajo que se presentaba desarmado.
En esta propuesta se hace más evidente aún la participación de los demás: la de las personas invitadas a enviar la imagen de la flor y la del espectador jugando con el rompecabezas y pudiendo retirar una de las piezas a cambio de dejar su firma en el lugar, a manera de intervención y registro documental de la acción. Y sumé por primera vez los aromas como elemento de la obra posibilitando la activación del sentido del olfato. En este caso, toda la sala olía a jazmín.
Pretendía brindar un mensaje esperanzador estableciendo una similitud entre la obra y la sociedad. Cada uno de nosotros es una unidad que logra junto con los otros una totalidad, en la medida en que cada individuo sea más tolerante y comprensivo de las particularidades del prójimo.
Un entramado social dinámico se manifiesta en la construcción de esta imagen del “jardín de las diferencias”.
Laberinto de pasiones
¿Sabemos si el camino recorrido es el correcto? ¿Vamos hacia donde queremos ir?
La pasión como el motor de la vida y salvación. Tres imágenes son las que utilizo para resolver el dilema: la flor de la pasionaria, la del laberinto de la Catedral de Chartres emplazado en 1220 y la máquina de coser de mamá. Una leyenda popular guaraní enlaza a la pasionaria con la sangre derramada en sacrifico por los demás y sabemos que su singular belleza florece sólo por un día. En cuanto al laberinto, lo han transitado hasta su centro millones de peregrinos en busca de una respuesta. La planta del laberinto y la flor hablan de la fragilidad, la fuerza y la fugacidad en este camino planteado, el cual también tiene una dinámica lúdica.
Los laberintos son tan antiguos como el hombre, quien al separarse de la naturaleza como guía debió prefijar otros recorridos por temor a perderse. El espacio ocupado por este laberinto con su punto de entrada y el trayecto hacia su centro invita a experimentar otro tiempo, no exento de sensaciones encontradas. Por momentos creemos perdernos o estar volviendo hacia atrás e, incluso, chocarnos con otros, pero nada de eso es así, solo son un montón de sensaciones que sentimos en el recorrido. Como en la vida, si nos permitimos experimentarlo, quizá podamos vislumbrar nuevas posibilidades de transitar otros caminos y de este modo salir modificados.
Invitar al espectador a recorrerlo apela nuevamente al juego como herramienta de participación.
En tanto, la instalación con la máquina de coser de mamá insiste en la importancia de la pasión como motor de vida, la cual habita en cada uno de nosotros. Una tela de gasa impresa con multitud de flores sale de la máquina y recorre parte de la sala acercándose al ingreso del laberinto. A su vez, intervine dos retratos de Evita cuya figura me remite a la pasión y a la idea del desarrollo de las mujeres en la sociedad. Todo el conjunto se encontraba enmarcado por el aroma de un perfume como elemento que convoca, abraza y genera placer.
Laberinto mirando al Sur
Laberinto mirando al Sur es un juego que propone un recorrido, el cual solicita adentrarse en su magia para llegar al punto perfecto, el centro, de nosotros mismos
La propuesta –una instalación de sitio específico en el paisaje– consistió en el trazado del laberinto de la catedral de Chartres (reducido a la mitad) inspirado en el famoso laberinto de Dédalo en Creta proyectado para encerrar al Minotauro. Instalado en un espacio con espíritu catedralicio dentro de un vasto territorio enmarcado por pircas de piedra y cubierto por una bóveda arbolada, el laberinto se fue horadando en la tierra y sus hendiduras eternizadas con cemento.
El largo recorrido se realizaba sobre una superficie circular e implicaba transitar un proceso de con-centración hacia el descubrimiento de uno mismo hasta llegar a la flor. Este sendero de carácter unilineal y envolvente evidenciaba que el camino es solo uno, el cual se pliega sobre sí mismo a cada vuelta. Parece fácil, sin embargo, al recorrerlo percibimos que nos perdemos circulando de uno a otro de los hemisferios y pareciendo ir de atrás hacia adelante y viceversa.
Remite entonces a ese sí mismo que sólo se logra adentrándose en los vericuetos del alma, de sus pasiones y en la personalidad, casi proponiendo una paradoja: aun cuando parecemos perdernos estamos yendo a encontrarnos.
Este juego inmerso en un paisaje que lo enmarca y contiene transporta y hace olvidar tiempos y premuras, brindándonos la oportunidad de dedicarnos un momento sólo para nosotros. En ese acto podemos entender que todos estamos intentando lo mismo: vivir intensamente y luchando con las adversidades de la vida con la oportunidad de hacerlo, esta vez, como si fuera un juego.
Transformar el presente será posible
Una inédita realidad me sorprendió mientras buceaba en mi trabajo artístico pretérito.
De pronto, al salir a la calle encontré un nuevo uniforme en el rostro de cada persona. Detrás de él parecía haber silencios, palabras y sueños postergados.
Comencé entonces a intervenir mis retratos con la imagen del barbijo. Y, a pesar de los cambios acaecidos, volví a recurrir al repertorio conceptual que caracteriza mi trabajo para referirme a esta nueva realidad.
Extendí el juego invitando a mis afectos y a personal de la salud a ser parte de él. Les solicité que me enviaran dos fotos, la primera, un retrato con tapa boca y, la segunda, una imagen donde pudieran representar o imaginar él después de este tiempo.
Mi iniciativa individual se volvió entonces un proyecto de coautoría.
Juntos a la distancia, el presente y el futuro pasaron a ser el motor de esta propuesta como oportunidad para construir, a partir de nuestras singularidades, un tiempo único y especial.
Al recibir los retratos fui buscando ahondar en sus intereses. El intercambio de diálogos me permitió acercarme al sentir de cada uno frente a este inesperado distanciamiento, que provocó múltiples sensaciones y sentimientos.
Busqué transmutar el uniforme de los rostros con el juego pictórico de transparencias y atmósferas yendo hacia la profundidad y el recorrido del tiempo detenido.
Ambas fotografías, la del momento actual y la de un escenario posterior, forman un díptico donde el tiempo cambia de manera fantástica. En algunos casos, la segunda imagen no está, representando ese espacio en blanco la imposibilidad para muchos de ver más allá, los silencios de un porvenir incierto.
A medida que les enviaba las fotos intervenidas, tuve la oportunidad de vivenciar lo que le provocaba a cada uno.
Las miradas sobre el mundo son diferentes, complejas y a veces contradictorias ¿será el momento de poder ver más allá de nosotros?
¿Lo que queda al descubierto en nuestros rostros nos permitirá ampliar el foco de observación y ahondar en los sentimientos?
¿Es posible transformar en belleza lo no tan bello para verlo desde otra perspectiva?
¿Serán las pequeñas cosas de la vida las que nos posibilitarán atravesar este tiempo y salir fortalecidos?
Transitar nuevos caminos y permitirnos modificar sus trayectos a través de un juego estético para volver a mirarnos en un re-aprendizaje que, a su vez, posibilite en todo momento el encuentro con los demás. Probablemente esta sea mi pasión.
Transformar el presente será posible.
Altar de vida
El Romancero gitano es el punto de partida de este proyecto para bucear en la poesía de Federico García Lorca.Sus metáforas se fueron superponiendo y tomando forma con los elementos que fluyen en mi producción, invitándome a emprender un mágico viaje y a realizar un conjunto de trabajos que culminan en una instalación.El color rojo, como pasión, sangre y muerte, se presenta en el suelo de lunas aterciopeladas. Hacia un verde horizonte, ellas proyectan sus fragancias y establecen nuevos cimientos.Las flores, como expresión de vida y belleza en la naturaleza, envuelven un torso, coronan el río y se revitalizan ante la luz plateada de la luna.Jazmines, nardos y flores de calabaza perfuman el recorrido.
Un río agrio de limones dorados abre senderos, donde el sonido del agua late como un corazón que no puede ocultar su pena.Vida y muerte entrecruzados en él rezo del olivo y con el rumor de sus hojas. El árbol deviene luna recibiendo opacidad y brillo. La vida sagrada construye su propio altar.
Cristina Fresca
Febrero 2022
Cristina Fresca (Buenos Aires, Argentina); ha realizado exhibiciones individuales en el Museo Evita,Buenos Aires, Fundación ArteXArte, C.C.Recoleta, Buenos Aires, Palace de Glase, C.C.San Martin. Museo R. Galisteo, Santa Fe, Museo Mumba, Tandil, Museo MUMA Junín, Lopes Claro, Azul, entre otros.Participó en numerosas muestras colectivas y prestigiosas ferias nacionales e internacionales destacándose en Arte Ba, BA Photo, Art Miami (EE.UU.), Pinta New York (E.E.U.U).
Poseen obras suyas, Museo Evita, en CABA, Museo de Arte López Claro en Azul, MUMBAT en Tandil, MUMA en Junín y Museo Prov. de Bellas Artes R. Galisteo de Rodríguez en Santa Fe, todos estos distribuidos en Argentina, y también coleccionistas privados como Aníbal Jozami, Fundación Luz y Alfonso Castillo, MOOLA -Museumf Latin Americanart , Los Ángeles (E.E.U.U) y Bowdoin Collegue Museum of Art, Brunswick (E.E.U.U.).
Ha recibido varias distinciones y ha sido seleccionada para la Residencia Portal de Luz en Uruguay y para la Residencia Castello Di Postignano en Italia.
Egresada de las Escuelas Ernesto de la Carcova y Prilidiano Pueyredón, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
STATEMENT
Nací en Buenos Aires donde vivo actualmente y me desempeño como artista visual. La fotografía es mi herramienta e instrumento de comunicación, que sumé a mi formación como pintora. Busco entregar mi visión particular del mundo que nos rodea, haciendo foco en las pequeñas cosas de la vida, siendo fundamentales para conformar otras de mayor envergadura.
El retrato, la infancia y el juego son los temas centrales en mi producción.
Los primeros proyectos realizados partían de la construcción de objetos con fotos de familia, de los cuales obtenía imágenes a través de la fotografía analógica.
Con la llegada de la tecnología digital, comencé a intervenir las tomas directas, con un hacer pictórico, dejando al descubierto lo necesario para mi objetivo.
Conjugando tres elementos a modo de ejes, la luz, el color y la transparencia, construyo mis imágenes.
El resultado de esta búsqueda determinó la apropiación de nuevos formatos. Partiendo desde la fotografía exploré el objeto visual gráfico y la instalación, soportes que fueron necesarios, como medios irreemplazables para la expresión de mi quehacer artístico, y que conforman ahora mi obra.
La participación del público comenzó a tener un lugar relevante, una parte vital para completar la obra. La propuesta es una reflexión conjunta…
¿Sabemos si el camino recorrido es el correcto? O, más aún, ¿hacia dónde vamos, es hacia donde queremos ir?
Reconstruyendo nuevos espacios a la vez me propongo rescatar la experiencia que en los espectadores habita, mientras desde el interrogante actualizo un deseo. ¿Esta posibilidad de transitar nuevos caminos, y éste permitirnos modificar sus trayectos, constituirá a través de un juego estético el volver a mirarnos en un re-aprendizaje?
Cristina Fresca. Un recorrido por la obra de los últimos 20 años.
En este texto me propongo hacer un racconto de los últimos veinte años de mi producción con sus continuidades y cambios.
La fotografía es la principal herramienta de comunicación, que sumé a la formación recibida como pintora. Busco entregar mi visión particular del mundo haciendo foco en las pequeñas cosas de la vida para, a partir de ellas, conformar otras de mayor envergadura.
La infancia y el juego, la naturaleza como imagen de protección y encuentro, la pasión en tanto motor de vida, el encuentro con uno mismo y con el prójimo y la memoria familiar son los temas centrales de mi producción. La fotografía, la performance, la instalación, el objeto, el site-specific constituyen soportes a los que he recurrido según el proyecto. Y, con el tiempo, la participación del espectador fue tomando un lugar más importante al punto de ser co-autor, en algunos casos, de la obra final. Conjugando a modos de ejes la luz, el color y la transparencia, en tanto elementos plásticos, construyo imágenes que me permiten contar mi sentir.
En el comienzo de estas dos décadas se encuentra la serie Carta. Objeto. Valioso (2000), la cual considero el germen de mi desarrollo posterior en cuanto a los conceptos, materiales y soportes. En ese momento paso también de la pintura a la fotografía analógica, convirtiéndose ésta en mi herramienta de producción.
Estaba preparando la muestra para presentar en el Consulado Argentino en Milano. Me fui unos días de vacaciones y tenía ganas de seguir trabajando. Decidí pedir cartas a italianos que vivían en esa zona, las fotocopié y empecé trabajar con ellas más tintas y anilinas de colores, ubicándome en la orilla del mar. Fue mágico. No podía dejar de sacar fotos, Sentía que estaba pintando y el mar en forma irreverente intervenía lo que armaba regalándome una nueva imagen.
En esa instancia, el juego comenzó a ser parte en mi producción. Disfrutaba la intervención del mar y aprendía a jugar con su fuerza y suavidad al mismo tiempo. Nunca más me separé de la fotografía y de esta dinámica de trabajo.
Lo autobiográfico, la memoria familiar, las migraciones, junto a la carta y su importancia como medio de comunicación, se constituyeron en el centro de la obra. Siendo hija de inmigrantes, este tema atraviesa mi vida.
Fue rescatar del olvido a la carta, que por mucho tiempo sirvió de puente para acortar distancias y unir continentes, albergando sentimientos, historias y promesas que calmaban el dolor provocado por la distancia. La carta, casi en extinción, cobra en estos trabajos nuevos sentidos. Comencé, además, a armar encomiendas como las que esperaba del cartero. Las fotografiaba y sumergía en el mar. Muchas veces las perdía. Pensaba entonces que viajarían a la otra orilla y que alguien las encontraría.
A pesar de que la tecnología permite disminuir las distancias geográficas, dos décadas después realizo una serie en tiempos de pandemia, donde el eje vuelve a estar puesto en las distancias físicas y geográficas. En esta serie, Transformar el presente será posible, la fotografía sigue siendo mi medio de comunicación. Frente al distanciamiento entre las personas impuesto por la coyuntura aparece mi deseo de acercar metros, kilómetros. El objetivo final fue generar una perspectiva de futuro –aparentemente lejano– buscando una ampliación atemporal que resituara el presente.
En la serie Carta. Objeto. Valioso, a diferencia de esta última, busqué hacer presente un pasado. Invité a las personas a que me compartieran sus historias a través de objetos, cartas, pasaportes, en especial, de quienes nunca regresaron a su país de origen. Volvieron simbólicamente en un objeto conformado por las cartas y los pasaportes. En cambio, ahora muestro el presente buscando una perspectiva de futuro para vislumbrar una salida. En ambas series, mi interés fue trabajar con el otro en relación a momentos mundiales muy distintos.
De esta forma, mi producción de los últimos veinte años se mueve y expande entre estas dos series situadas en los extremos del periodo, a lo cual sumo mi reciente instalación en homenaje a Federico García Lorca. Este Altar de Vida –al igual que la obra del gran poeta español– encuentra ecos en el actual y convulsionado momento histórico y supone, a su vez, el deseo de transformación hacia un futuro mejor y vital.
Detrás de la luz y Sin borde ni geografía
En 2002 realicé las series Detrás de la luz y Sin borde ni geografía, donde aparecen núcleos familiares con la estética de otra época. En ambas, y como sucede en Carta.Objeto.Valioso, recurro a la fotografía analógica, lo familiar, la carta, pero convertida en objeto. Cambia el soporte y comienza a tomar importancia el espacio a partir de las cajas de acrílico para dar cuenta de los encierros propios e interiores más allá, incluso, de los condicionamientos de una situación externa. De manera incipiente aparece la idea de laberinto en tanto lugar de encierro. A veces, las situaciones van interactuando y coexisten los encierros interiores y externos. En estas dos series, la transparencia es protagonista y está relacionada con mis inicios artísticos con la acuarela, que me permitió sumergirme en el mundo del arte. La luz diseña un recorrido donde la geografía desaparece y la imagen se insinúa.
Otra vuelta hoy como ayer (2006)
Un carrusel gira una y otra vez sobre sus huellas ante la mirada atenta de una niña. Con su andar, la calesita invita insistentemente a dar otra vuelta, así como la vida alberga el secreto de darnos otra oportunidad si nos comprometemos con ella.
En esta etapa, la fotografía digital cobra protagonismo debido a la necesidad de trabajar a manera de collage, permitiéndome jugar con los personajes de las calesitas cambiándolos de escenografía e incorporando a la niña que viaja de una serie a otra.
Esta historia se dibuja con la luz, el movimiento y la transparencia. A través del juego, los niños aprenden a relacionarse con la vida. Cuando finaliza cada vuelta, ellos corren en busca de los caballos que suben y bajan, de los tanques o aviones de guerra, sin imaginar que en algún momento de sus vidas puedan obligarlos a estar en ellos. El encuentro con las armas busca remitir a la realidad con su carga de crudeza, cortes y pérdidas.
En un momento, los caballos logran desprenderse del grupo e inician un camino liberador desplazándose por el vacío-blanco de un cielo indefinido, abierto como un universo en expansión hacia otras dimensiones. Ellos trazan su derrotero –el techo de la calesita pintado con bandas multicolores va quedando atrás–, se autonomizan y acceden a nuevos cielos, algunos nocturnos y luminosos, tal vez el inicio de una nueva y diferente vuelta.
La instalación de un sortijero invitaba a participar a los visitantes de la muestra. Algunos se atrevían a jugar para ganar su sortija pero la devolvían, cuando la idea era que se la quedaran, En ese momento se generaba esa sensación de magia en quienes se animaban a participar reeditando el sueño del premio mayor: la obtención de la sortija. Un objeto al alcance del visitante a la manera de nexo entre la historia y el azar.
Solo si nos atrevemos a jugar, la vida nos regalará una nueva oportunidad.
Con posterioridad a la muestra, la ciudad de Buenos Aires comenzó un plan de revitalización de calesitas, poniendo en valor su patrimonio e historia. Una feliz coincidencia.
Sentencia, resistencia (2007)
Esta serie tiene su origen cuando me desempeñaba como docente en la Escuela de Arte Leopoldo Marechal. Desde la cátedra de Proyecto a mi cargo, les propuse a mis alumnos trabajar sobre los 30 años de la última dictadura militar argentina y sus consecuencias.
El resultado superó mis expectativas y decidí estimular su trabajo y compromiso regalándole a cada uno de ellos una foto con su producción. Al observar la foto de una de mis alumnas descubrí en ella una modelo, quien apareció ante mis ojos de fotógrafa con ese potencial artístico. Desde ese momento se convirtió en mi modelo y comenzamos a transitar juntas el camino de las series Sentencia y Resistencia, Dama de noche y Para quien, entre otras.
Realicé seis fotos (fotografía directa/ intervenida) donde esa mujer aparece inmóvil frente a una mesa con tres platos. Esta figura no ofrece resistencia, sino que parece resignada y lo refleja tanto en su postura como en el rostro. Acepta, aparentemente, ese fallo social del rol que debe ocupar la mujer.
La obra que ella (mi alumna) había realizado eran esos platos con elementos que funcionan como símbolos: los genitales masculinos (violencia), las granadas (Guerra de Malvinas) y el Mundial de Fútbol de 1978 (ocultamiento del terror y las desapariciones por parte de la dictadura).
La elección del negro como fondo buscaba otorgar un sentido dramático a la escena a partir de los contrastes de luminosidad.
En las tomas siguientes cambié los objetos simbólicos de cada plato por una flor, la pasionaria, que junto a los cubiertos en sus manos y la fuerza de su rostro colocaron a esta mujer en otro lugar: el de la resistencia. La imagen se fue despojando de a poco de los elementos de la sentencia hasta llegar a la última donde solo hay ausencia.
Esta serie cobra un significado particular en este tiempo de lucha de la mujer por lograr otro protagonismo y visibilidad. Por el lugar que siempre le correspondió pero que aún se le niega, a pesar de los avances.
Las prendas que la mujer deja ante la mesa servida con las pasionarias anuncian el nuevo rol a asumir. La pasión da lugar a esa flor que toma protagonismo y comienza a abrirse para mostrar al mundo todo su potencial. Desde este momento, la flor de la pasionaria aparecerá como comodín en diferentes series simbolizando diversos aspectos de la vida.
Para quien /Dama de noche / Mirar de Nuevo
Estas tres series tienen en común la imagen de una mujer.
El blanco o el rojo invaden la totalidad de la superficie y diluyen las imágenes generando estructuras plásticas homogéneas que, sin embargo, permiten destacar lo singular en un juego
entre lo inmenso y lo pequeño, lo visible y lo invisible, lo concreto y lo etéreo. Estos colores, a su vez, pueden asimilarse al mundo de las pasiones. El fundido de la figura con el fondo, en ciertas zonas, crea una escena de misterio.
Con la llegada de la tecnología digital comencé a intervenir las tomas directas, con un hacer pictórico, dejando al descubierto lo necesario para mi objetivo.
La serie Para quien está conformada por una secuencia de fotos analógicas intervenidas con color. Son retratos que invitan a encontrarnos frente a esa capacidad de entrega esencial en el transcurrir de la vida. Donde la ofrenda lleva a no dejar de ver al otro.
El rojo, otra vez. inunda la imagen y convierte la obra en un intenso campo de color que conduce a la figura al límite de lo visual. Tiempo y espacio permanecen suspendidos. El personaje se acerca, demanda, se ofrece, se da a sí misma, nos antepone un velo, se distancia y vuelve a comenzar.
En tanto, Mirar de nuevo surge frente a la necesidad e importancia de detenerse y mirar hacia el interior de nuestras vidas para reanudar el camino, renacer.
Se suma en este caso una nueva inquietud a mi obra, la de seleccionar escenarios abandonados a partir de algunas preguntas: ¿qué me atrae de ellos? ¿por qué me invitan a transformarlos, a mostrar lo posible frente al abandono? ¿a transmitir el deseo de que se puede reconstruir lo perdido?.
El personaje soy yo en el ex cementerio de San Andrés de Giles. La belleza arquitectónica del lugar resultó el escenario para desarrollar el trabajo.
El abandono y los saqueos que sufrió este espacio me impulsó a buscar una forma de reparar su belleza. La naturaleza también hizo lo suyo frente a la realidad.
Las estructuras arquitectónicas, en algunos casos, se asemejan a antiguas construcciones romanas que me transportaron a mis orígenes..
Esta serie me abrió las puertas a ser parte de la residencia en el Castello Di Postignano, en Italia, habiendo sido seleccionada para representar a la Argentina. Mi profesión a lo largo de la vida me permitió conocer muchos lugares soñados.
La flor de la pasionaria aparece como ofrenda en esos altares abandonados, donde el color de las paredes resistía el paso del tiempo.
La mujer mira a través de una caja de acrílico que contiene una flor, protegiéndola del mundo exterior, así como las niñas miraban detrás de una calesita de juguete. Nuevamente ese doble juego entre la mirada y la protección.
En 2016, un grupo de investigadores integrado por arqueólogos, historiadores y biólogos junto a la comunidad comenzaron la tarea de recuperar parte del patrimonio de San Andrés de Giles.
Lo que miran tus ojos
La infancia, la pureza el juego y la mirada son nuevamente el centro de esta serie al igual que en Otra vuelta hoy como ayer.
El blanco es el color dominante ofreciendo una luminosidad y transparencia que avanzan sobre los contornos de las niñas como símbolo también de inocencia.
La luz es un aliado pictórico para crear definiciones e indefiniciones provocando tensiones entre lo visible y lo no visible.
Extensos y claros campos de color compuestos por diminutas piezas como metáforas de la grandeza en las pequeñas cosas. La niña que abraza a una muñeca, al punto de perderse en ese abrazo. Frente a mi mirada actual, encuentro nuevamente la importancia que tiene para todos el abrazo, habiendo sido la ausencia que nos marco en esta pandemia.
Una niña rodeada de luz observa al espectador mientras juega dejando abierta una nueva posibilidad.
En el jardín de las diferencias
Para esta obra elegí dos plantas arquitectónicas iconográficamente significativas: la de la Plaza de Mayo, con su carga histórica, y la del Congreso de la Nación, lugar de intercambio de ideas y emblema de la representación ciudadana.
La producción fue realizada con imágenes de flores, que me llegaron a partir de una convocatoria que hice. Invité a participar a colegas, curadores, amigos y colaboradores pidiéndoles el envío de la imagen de una flor con la que se sintieran representados. Podrían ser fotos, dibujos, pinturas, collages, entre otros soportes y técnicas. Flores tan diversas como iguales en importancia, en el lugar de un individuo con su forma particular de ver y pensar. Realicé un paciente trabajo de ubicación de las mismas por color, tamaño y forma, con el fin de lograr una composición armónica, donde el espectador se encontrará ante una unidad de elementos diferentes en convivencia. La visión multicolor y multifloral volvía tangible la red de relaciones e intercambios que se produjo entre cada imagen recibida y el resultado plasmado en el conjunto.
La elección del rompecabezas como forma tuvo el propósito de que el espectador fuese nuevamente partícipe de mi obra, a través de una propuesta lúdica, primero con el envío de la flor y luego armando el trabajo que se presentaba desarmado.
En esta propuesta se hace más evidente aún la participación de los demás: la de las personas invitadas a enviar la imagen de la flor y la del espectador jugando con el rompecabezas y pudiendo retirar una de las piezas a cambio de dejar su firma en el lugar, a manera de intervención y registro documental de la acción. Y sumé por primera vez los aromas como elemento de la obra posibilitando la activación del sentido del olfato. En este caso, toda la sala olía a jazmín.
Pretendía brindar un mensaje esperanzador estableciendo una similitud entre la obra y la sociedad. Cada uno de nosotros es una unidad que logra junto con los otros una totalidad, en la medida en que cada individuo sea más tolerante y comprensivo de las particularidades del prójimo.
Un entramado social dinámico se manifiesta en la construcción de esta imagen del “jardín de las diferencias”.
Laberinto de pasiones
¿Sabemos si el camino recorrido es el correcto? ¿Vamos hacia donde queremos ir?
La pasión como el motor de la vida y salvación. Tres imágenes son las que utilizo para resolver el dilema: la flor de la pasionaria, la del laberinto de la Catedral de Chartres emplazado en 1220 y la máquina de coser de mamá. Una leyenda popular guaraní enlaza a la pasionaria con la sangre derramada en sacrifico por los demás y sabemos que su singular belleza florece sólo por un día. En cuanto al laberinto, lo han transitado hasta su centro millones de peregrinos en busca de una respuesta. La planta del laberinto y la flor hablan de la fragilidad, la fuerza y la fugacidad en este camino planteado, el cual también tiene una dinámica lúdica.
Los laberintos son tan antiguos como el hombre, quien al separarse de la naturaleza como guía debió prefijar otros recorridos por temor a perderse. El espacio ocupado por este laberinto con su punto de entrada y el trayecto hacia su centro invita a experimentar otro tiempo, no exento de sensaciones encontradas. Por momentos creemos perdernos o estar volviendo hacia atrás e, incluso, chocarnos con otros, pero nada de eso es así, solo son un montón de sensaciones que sentimos en el recorrido. Como en la vida, si nos permitimos experimentarlo, quizá podamos vislumbrar nuevas posibilidades de transitar otros caminos y de este modo salir modificados.
Invitar al espectador a recorrerlo apela nuevamente al juego como herramienta de participación.
En tanto, la instalación con la máquina de coser de mamá insiste en la importancia de la pasión como motor de vida, la cual habita en cada uno de nosotros. Una tela de gasa impresa con multitud de flores sale de la máquina y recorre parte de la sala acercándose al ingreso del laberinto. A su vez, intervine dos retratos de Evita cuya figura me remite a la pasión y a la idea del desarrollo de las mujeres en la sociedad. Todo el conjunto se encontraba enmarcado por el aroma de un perfume como elemento que convoca, abraza y genera placer.
Laberinto mirando al Sur
Laberinto mirando al Sur es un juego que propone un recorrido, el cual solicita adentrarse en su magia para llegar al punto perfecto, el centro, de nosotros mismos
La propuesta –una instalación de sitio específico en el paisaje– consistió en el trazado del laberinto de la catedral de Chartres (reducido a la mitad) inspirado en el famoso laberinto de Dédalo en Creta proyectado para encerrar al Minotauro. Instalado en un espacio con espíritu catedralicio dentro de un vasto territorio enmarcado por pircas de piedra y cubierto por una bóveda arbolada, el laberinto se fue horadando en la tierra y sus hendiduras eternizadas con cemento.
El largo recorrido se realizaba sobre una superficie circular e implicaba transitar un proceso de con-centración hacia el descubrimiento de uno mismo hasta llegar a la flor. Este sendero de carácter unilineal y envolvente evidenciaba que el camino es solo uno, el cual se pliega sobre sí mismo a cada vuelta. Parece fácil, sin embargo, al recorrerlo percibimos que nos perdemos circulando de uno a otro de los hemisferios y pareciendo ir de atrás hacia adelante y viceversa.
Remite entonces a ese sí mismo que sólo se logra adentrándose en los vericuetos del alma, de sus pasiones y en la personalidad, casi proponiendo una paradoja: aun cuando parecemos perdernos estamos yendo a encontrarnos.
Este juego inmerso en un paisaje que lo enmarca y contiene transporta y hace olvidar tiempos y premuras, brindándonos la oportunidad de dedicarnos un momento sólo para nosotros. En ese acto podemos entender que todos estamos intentando lo mismo: vivir intensamente y luchando con las adversidades de la vida con la oportunidad de hacerlo, esta vez, como si fuera un juego.
Transformar el presente será posible
Una inédita realidad me sorprendió mientras buceaba en mi trabajo artístico pretérito.
De pronto, al salir a la calle encontré un nuevo uniforme en el rostro de cada persona. Detrás de él parecía haber silencios, palabras y sueños postergados.
Comencé entonces a intervenir mis retratos con la imagen del barbijo. Y, a pesar de los cambios acaecidos, volví a recurrir al repertorio conceptual que caracteriza mi trabajo para referirme a esta nueva realidad.
Extendí el juego invitando a mis afectos y a personal de la salud a ser parte de él. Les solicité que me enviaran dos fotos, la primera, un retrato con tapa boca y, la segunda, una imagen donde pudieran representar o imaginar él después de este tiempo.
Mi iniciativa individual se volvió entonces un proyecto de coautoría.
Juntos a la distancia, el presente y el futuro pasaron a ser el motor de esta propuesta como oportunidad para construir, a partir de nuestras singularidades, un tiempo único y especial.
Al recibir los retratos fui buscando ahondar en sus intereses. El intercambio de diálogos me permitió acercarme al sentir de cada uno frente a este inesperado distanciamiento, que provocó múltiples sensaciones y sentimientos.
Busqué transmutar el uniforme de los rostros con el juego pictórico de transparencias y atmósferas yendo hacia la profundidad y el recorrido del tiempo detenido.
Ambas fotografías, la del momento actual y la de un escenario posterior, forman un díptico donde el tiempo cambia de manera fantástica. En algunos casos, la segunda imagen no está, representando ese espacio en blanco la imposibilidad para muchos de ver más allá, los silencios de un porvenir incierto.
A medida que les enviaba las fotos intervenidas, tuve la oportunidad de vivenciar lo que le provocaba a cada uno.
Las miradas sobre el mundo son diferentes, complejas y a veces contradictorias ¿será el momento de poder ver más allá de nosotros?
¿Lo que queda al descubierto en nuestros rostros nos permitirá ampliar el foco de observación y ahondar en los sentimientos?
¿Es posible transformar en belleza lo no tan bello para verlo desde otra perspectiva?
¿Serán las pequeñas cosas de la vida las que nos posibilitarán atravesar este tiempo y salir fortalecidos?
Transitar nuevos caminos y permitirnos modificar sus trayectos a través de un juego estético para volver a mirarnos en un re-aprendizaje que, a su vez, posibilite en todo momento el encuentro con los demás. Probablemente esta sea mi pasión.
Transformar el presente será posible.
Altar de vida
El Romancero gitano es el punto de partida de este proyecto para bucear en la poesía de Federico García Lorca.Sus metáforas se fueron superponiendo y tomando forma con los elementos que fluyen en mi producción, invitándome a emprender un mágico viaje y a realizar un conjunto de trabajos que culminan en una instalación.El color rojo, como pasión, sangre y muerte, se presenta en el suelo de lunas aterciopeladas. Hacia un verde horizonte, ellas proyectan sus fragancias y establecen nuevos cimientos.Las flores, como expresión de vida y belleza en la naturaleza, envuelven un torso, coronan el río y se revitalizan ante la luz plateada de la luna.Jazmines, nardos y flores de calabaza perfuman el recorrido.
Un río agrio de limones dorados abre senderos, donde el sonido del agua late como un corazón que no puede ocultar su pena.Vida y muerte entrecruzados en él rezo del olivo y con el rumor de sus hojas. El árbol deviene luna recibiendo opacidad y brillo. La vida sagrada construye su propio altar.
Cristina Fresca
Febrero 2022